Artículo recogido del diario La Verdad de Alicante, el 11 de abril de 2.010.
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Tabarca, en manos de nadie
Sólo quedan 72 vecinos en la única isla habitada de la Comunitat y los siete organismos que mandan no se ponen de acuerdo para evitar que se convierta en otro chiringuito de la Costa Blanca
11.04.10 - 01:49 -
El censo ha caído un 42% en cinco años. Dependiente de Alicante, el plan especial de protección lleva 16 años tramitándose. «El futuro de la isla está muy negro», dicen los tabarquinos. Sus aguas cristalinas son, junto al caldero, los grandes reclamos que dejó Carlos III -fue quien ordenó repoblarla en 1769 con familias de origen genovés rescatadas de la isla tunecina Tabarka-, un islote que se convirtió en la primera Reserva Marina de España (1986), que fue declarado Bien de Interés Cultural y, además, Zona Especial de Protección de Aves sigue siendo un desconocido para muchos ciudadanos de la Comunitat. ¿Pero está para venderse? Muchos opinan lo contrario.
Tomás Arques Chacopino, un tabarquino que está a punto de cumplir 74 años, asegura que ya «no tiene salvación». Su vecino Manuel Montalbán añade que es un «timo» porque, al final, lo único que se ofrece al turista son sus aguas cristalinas y su famoso caldero. Y Régine Dagoret, francesa y afincada también en Tabarca, es otra de las que se muestra indignada: «Es una vergüenza lo que están haciendo». Tal es su enojo y su rechazo a cruzarse de brazos, que ha enviado una carta hasta los Reyes de España, apelando a su antepasado de Carlos III, para explicarles el abandono en el que se encuentra esta joya que tiene todos los visos de convertirse en un chiringuito más de la Costa Blanca.
Dependiente administrativamente del Ayuntamiento de Alicante y situada a sólo tres millas del Cabo del municipio de Santa Pola, la maleza y los escombros campan a sus anchas, junto a las gaviotas y los gatos, que ronronean alrededor de las bolsas de basura. El constructor Antonio Chacopino, de 45 años, y otro de los que lleva en la isla «toda la vida» lo define muy bien: «Es como cuando en una casa barren, pero la pelusilla la esconden debajo de la cama. Aquí pasa lo mismo. Limpian el centro de las calles pero lo van dejando todo por los lados y los rincones». Unas callejuelas que con imaginación bien podrían recordar a las de Pedraza (uno de los pueblos medievales perteneciente a Segovia y mejor conservados de toda España). La realidad en l'Illa es bien distinta: obras en el puerto, calles sin empedrar, reforma de la iglesia paralizada y más matorrales y escombros por rincones que no dejan al turista ni acceder a muchas calas ni descubrir lo que fue antaño el islote. Muchos organismos públicos implicados y ninguno mete mano. Es lo que ocurre en las empresas en las que quieren mandar demasiados jefes: Cultura, Patrimonio, Costas, Ayuntamiento de Alicante, Turismo... Da la impresión de que desconocen lo que en realidad tienen. «Aquí los políticos sólo vienen cuando se acerca el verano. Limpian un poquito, se hacen la foto y se meten un buen caldero», comentan.
El alcalde de la isla desde hace quince años, Cayetano García Ruso, reconoce que el futuro «está muy negro». El censo ha bajado más de un 42% en cinco años y a fecha de 2009 sólo 72 vecinos -38 hombres y 34 mujeres- estaban empadronados. Recuerda que queda bien lejos aquella época cuando existían dos escuelas: una de chicas y otras de chicos, que después se convirtieron en un centro mixto. Fue hace unos 40 años. Ahora, la mayoría de los tabarquinos pasan el duro invierno en Alicante o en Santa Pola para regresar cuando empieza la temporada. Es lo que hay. «La gente joven no quiere estar aquí y al final será como otros sitios de playa, que sólo estaremos cuando comience la temporada». ¿Y si se fomentase el empleo? «Es muy difícil», contesta. «En construcción, por ejemplo, sólo hay trabajo para hacer unas cuantas casas», apunta.
El plan especial de protección comenzó a tramitarse hace 16 años. Prácticamente el tiempo que García lleva de alcalde. «Es que hay siete organismos y cada uno pone sus objeciones», explica. El último varapalo a la ordenación de Tabarca fue a finales del pasado mes de febrero. La Generalitat propuso otros cambios al documento que impiden empezar a pulir una isla que está sin rey ni mando. Aun así, justifica que se están haciendo cosas. Dice que las obras del puerto están a punto de concluir, que ya se ha dado el visto bueno al empedrado de las calles y que la reforma de la iglesia se retomará en octubre cuando salga el nuevo concurso de adjudicación. «Es que también ha sido mala suerte».
La iglesia de San Pedro y San Pablo es otro de los enclaves imposibles de visitar. Cerrada a cal y canto, la empresa que llevaba las obras quebró. Y desde entonces, el material de construcción está abandonado. Las imágenes de los santos se guardan hace seis años en la Cofradía de Pescadores, donde se ha instalado un improvisado altar. El problema es que los pescadores quieren recuperar ya su sede, y algunas tabarquinas, como Loli, hija de Tomás Arques, están preocupadas. «¿Dónde los vamos a dejar?», se pregunta también Vicente López, quien permite que se visite la improvisada iglesia. En un cuartucho se cambia el párroco procedente de Santa Pola. «Esto es una vergüenza». El alcalde asegura que la Cofradía podrá esperar un tiempo más.
Aprobación del plan especial, concluir las obras de la iglesia, y la restauración de las murallas, así como arreglar las bóvedas, hacer el empedrado de las calles, tomar una determinación con el hotel Casa del Gobernador que está cerrado, instalar un servicio de limpieza todo el año y mobiliario urbano, construir un centro social y un plan de esterilización de los gastos son algunas de la reclamaciones apuntadas por Régine. Otros vecinos se conforman con menos: «Si estuviera limpio y pusieran las piedras al suelo...».
Son ya las doce del mediodía. La primera tabarquera procedente de Santa Pola ha salido a las diez de la mañana. Y hay bastantes turistas pese a ser un día entre semana. «¿Qué les parece Tabarca?», se les pregunta a un matrimonio que pasea por las callejuelas. «Es preciosa», responde.
Mientras los extranjeros se hinchan a sacar fotografías de paisajes, ahora la pregunta se le realiza a una guía que ha traído a un grupo del Imserso. Primero titubea: «Se van contentos». Luego se lanza: «También me comentan que la ven abandonada y se quejan por cómo está el suelo». Quiere mantenerse en el anonimato porque «si salgo mi jefe me mata», pero le puede más su amor por la isla. «Es una joya turística. Yo llevo viniendo cinco años y está estancada. Es una pena, ¿por qué no la reforman?, ¿sabéis la historia tan preciosa que tiene?» Una historia que puede poner su punto y final si los jefes no lo remiendan.
Pienso que la isla es un diamante que está sin pulir», afirma Manuel Manzanaro mientras sirve unas cañas de cervera a una pareja de extranjeros que, colorados como tomates, descansa en una terraza. ¿En bruto o embrutecido? «En bruto», asegura. Manuel es uno de los pocos tabarquinos optimistas respecto al futuro de su «l'illa» -tal y como la denominan sus residentes-. Quizás porque es también uno de los pocos jóvenes que se resiste a abandonarla. Tiene 35 años y ha montando una empresa (www.lailla.es) dedicada a la promoción. «A ver si me haces publicidad porque esto es para los de la isla». En los 'tours' donde está vendiendo el legado.
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